El Costo de las Hamburguesas para Nuestro Planeta
La invasión de las multinacionales de la llamada fast- food (comida rápida), supone un desafío para nuestra gastronomía autóctona y un peligro para nuestra salud, como la misma clase médica convencional empieza a afirmar. Pero además, las multinacionales de las hamburguesas destrozan indirectamente la naturaleza y contribuyen al empobrecimiento del Tercer Mundo.
Las multinacionales de las hamburguesas y de las papas fritas son algo más que un negocio de moda o un lugar para comer o pasar el rato. Desde el punto de vista de la dietética tradicional, la comida que se sirve en estos establecimientos resulta desaconsejable, precisamente por el déficit de vitaminas y la gran ingestión de colesterol que presupone.
Estos establecimientos son al final la expresión de la cultura y la forma de producción dominantes, una cultura que termina por imponer su dieta alimenticia. No sólo atentamos a largo plazo contra nuestra salud, sino que ayudamos a financiar un imperio económico cuya expansión sólo contribuye a la destrucción de la naturaleza y al hambre del tercer mundo. Países donde reina el hambre dedican amplias tierras para alimentar ganado que luego se comerá Occidente en forma de hamburguesa.
Están obvio estas razones que muchas empresas de hamburguesas se niegan a declarar el origen de su carne. Si lo hicieran público, el mundo se les echaría encima.
La invasión de las multinacionales de la llamada fast- food (comida rápida), supone un desafío para nuestra gastronomía autóctona y un peligro para nuestra salud, como la misma clase médica convencional empieza a afirmar. Pero además, las multinacionales de las hamburguesas destrozan indirectamente la naturaleza y contribuyen al empobrecimiento del Tercer Mundo.
Las multinacionales de las hamburguesas y de las papas fritas son algo más que un negocio de moda o un lugar para comer o pasar el rato. Desde el punto de vista de la dietética tradicional, la comida que se sirve en estos establecimientos resulta desaconsejable, precisamente por el déficit de vitaminas y la gran ingestión de colesterol que presupone.
Estos establecimientos son al final la expresión de la cultura y la forma de producción dominantes, una cultura que termina por imponer su dieta alimenticia. No sólo atentamos a largo plazo contra nuestra salud, sino que ayudamos a financiar un imperio económico cuya expansión sólo contribuye a la destrucción de la naturaleza y al hambre del tercer mundo. Países donde reina el hambre dedican amplias tierras para alimentar ganado que luego se comerá Occidente en forma de hamburguesa.
Están obvio estas razones que muchas empresas de hamburguesas se niegan a declarar el origen de su carne. Si lo hicieran público, el mundo se les echaría encima.